FLORES Y ABEJAS

Las flores y cómo se polinizan por las abejas

Carmen Mena

4/29/20251 min read

El vuelo que sostiene la vida: la abeja entre amapolas y orquídeas"

La naturaleza es un vasto escenario donde los protagonistas a menudo pasan desapercibidos. Entre ellos, la abeja —artesana incansable de la vida— escribe cada día la historia silenciosa de la fertilidad de la Tierra.

La danza sobre la amapola

En los campos abiertos, la amapola (Papaver rhoeas), humilde y luminosa, extiende sus pétalos rojos como banderas al viento. Su corazón, generoso en polen, no esconde secretos: llama a las abejas con promesas sinceras.
Allí, la abeja aterriza, revolotea, se cubre de doradas partículas que lleva en su viaje errante. Cada nuevo aterrizaje en otra amapola es un acto de amor y continuidad: nace así una nueva generación de flores silvestres.

El susurro entre las orquídeas

En los rincones más discretos del bosque, la orquídea abeja (Ophrys apifera) urde un hechizo más complejo. Su flor, maestra del disfraz, imita con asombrosa perfección la silueta y aroma de una hembra de abeja solitaria.
Un zángano engañado acude al cortejo; al rozar su cuerpo con la flor, se lleva adherido el polen, llamado polinio. No hay néctar, no hay recompensa, solo la perpetuación de una especie que depende del arte del engaño para sobrevivir.

La abeja: eje silencioso de los ecosistemas


En ambos escenarios —el campo abierto y el sotobosque sombrío—, la abeja sostiene, sin saberlo, la estructura misma de la vida. Cada vuelo, cada visita, cada roce de alas, es una chispa que alimenta la biodiversidad, que garantiza semillas, frutos, y vida.

Sin abejas, no solo perderíamos flores, perderíamos mundos enteros.

Hoy, más que nunca, reconocer su labor es vital:
Protejamos su vuelo.
Cuidemos su alimento.
Aseguremos su hogar.

Porque al salvar a las abejas, nos salvamos a nosotros mismos.

Fotografía Juan Luis Mena tomada en los alrededores de Alcázar de San Juan